
Durante las últimas décadas ha crecido el número de protocolos contra el acoso escolar, generando un espiritu muy común entre la sociedad de muchos países, y es que «antes esto no pasaba», «son bromas de niños» o el clásico «las nuevas generaciones se quejan por todo». Cuando la realidad es que no, antes no es que no pasara, antes no se estudiaba, ni se combatía, antes se aguantaba.
Por ello es importante que se genere un discurso consolidado al rededor del Bullying, llevando a cabo una correcta prevención desde edades tempranas, buscando herramientas para una pronta detección acorde al comportamiento del alumnado (ausencia, bajo rendimiento, cambios en el carácter, aislamiento, etc), analizar el problema como un problema de salud pública y convivencial, fuera y dentro del aula, y tener un papel presente dentro de las familias con carácter preventivo (mediación online, aumentar el contacto con los, las y les menores, uso de herramientas tecnológicas en espacios comunes, entre otras).
Como experiencia profesional, cabe destacar que una mayor presencia comprometida en la vida comunitaria de los centros por parte del profesorado siempre ayuda a reducir las situaciones de violencia, pero sin olvidar que es vital dar fuerza a propuestas como los «alumnados ayudantes» dentro de las acciones comunitarias.