
¿Son los profesionales de las ONGs personas comprometidas con los objetivos que tiene marcada la ONG?. ¿Dónde empieza y dónde acaban los derechos de los trabajadores de una ONG? ¿Deben los trabajadores de las ONGs aprender de los voluntarios que también trabajan en las mismas asumiendo ese compromiso?
Estos debates para los que estamos y trabajamos en una ONG son fundamentales.
Cuando los debates se centran en supuestos derechos laborales, y sin embargo no haya ni un solo lamento, ni una sola queja cuando se pierde una subvención que supondrá la mejora de las condiciones de vida de un conjunto de personas o cuando se hace mal un proyecto por incompetencia de algún trabajador, es evidente que estamos ante un perfil de un profesional que no se ajusta al que debería de trabajar en una ONG.
Cuando en vez de centrarnos en la sostenibilidad de las entidades, lo hagamos sobre el volumen del salario de los trabajadores es posible pensar que estas personas se ha perdido el Norte. Pierden el norte las personas que olvidan que las ONGs están para atender a las personas, a las más débiles y no para establecer interminables y vacíos debates sobre el derecho de los trabajadores o sobre otras cuestiones más vacunas.
Las ONG creemos en los derechos de los trabajadores, tanto que somos trabajadores. Pero a veces los sindicatos nos dicen que los directivos de las ONGs no somos trabajadores. ¿Por qué las organizaciones que se suponen que nos deben de defender nos excluyen?
Es bastante difícil mantener determinadas condiciones de estabilidad en el trabajo del tercer sector porque las condiciones penosas que los financiadores someten a las ONGs, por un régimen, el de subvenciones que nos obligan a los trabajadores a estar en una situación de inestabilidad laboral y del propio servicio que prestamos.
Sin embargo, precisamente por nuestra conciencia social siempre mantenemos unas condiciones muy favorables a los trabajadores con respecto a la realidad en otras empresas tradicionales o capitalistas. Eso puede comprobarse cuando cualquier persona que quiere ser candidato a trabajador/a de ONG y procede de un trabajador precario del sector privado, se sorprende de la cercanía y respeto con la conciliación laboral y familiar y de otros derechos con que tratamos a nuestros trabajadores.
Es una lástima que haya otro tipo de trabajadores o candidatos que pretenden tener el comportamiento de las más nefastas actitudes que se registran en el sector público: trabajar poco, protestar mucho y exigir siempre más dinero, cuando sus salarios y sus condiciones laborales son las que mejor consideración tienen en el mundo del trabajo, frente a la precariedad, salarios bajos y deterioro de las relaciones laborales que suele haber en el sector privado capitalista.
A esas personas que por incapacidad por sacar unas oposiciones pretenden que las entidades del Tercer sector sean un émulo para dar acogida a esos nefastos comportamientos no le deberíamos de acoger en nuestras organizaciones. Esas personas tienen el Norte totalmente perdido porque sólo piensan en sus intereses y los usuarios a los que tienen que servir no suponen para ellos nada. Debemos de intentar identificar a esas personas y alejarlas de nuestras organizaciones. Buscamos trabajadores comprometidos, luchadores que se sientan realizados no solo por cobrar un salario al final de mes, sino orgullosos y contentos de recibir el agradecimiento de los usuarios a los que servimos.
Buscamos trabajadores que pretenden que sus organizaciones, a las que no ven como empresas malvadas que pretenden explotarlos, son el mejor instrumento para seguir prestando un servicio necesario a la sociedad y además es la plataforma en la que seguir trabajando en aquello que les motiva y resulta una salida a su vocación social. Ellos y ellas son las imprescindibles.