
La transición ecológica es la protagonista de los fondos Next Generation. La apuesta política decidida por las instituciones europeas por esta transformación económica ha querido aprovechar la crisis provocada por la Pandemia para convertirla en la oportunidad para que Europa vuelva a liderar en el mundo una gran revolución económica.
La capacidad de generar energía es la fuente primaria de la producción económica. La agricultura, la ganadería, la pesca, la industria, el transporte, el comercio, los servicios necesitan de la energía como fuente primaria. Los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) han posibilitado a empresas y países propietarios de su extracción y comercialización disponer de amplios beneficios y poder, lo cual certifica que el sector energético es un generador primario de riqueza.
Sin embargo este modelo va a morir en pocos lustros. Las renovables y sobre todo la fotovoltaica serán sus sustitutos. Esto ya no forma parte del debate porque es una realidad imparable. La cuestión es cuándo y cómo se podrá implementar esta transición ecológica.
La producción en masa de un producto industrial conjuntamente con la innovación tecnológica abaratan el mismo. Y eso es lo que lleva ocurriendo con la producción de paneles fotovoltaicos desde que se pusieron en explotación en la carrera especial en los años 60 del siglo pasado. El descenso de sus precios no se ha detenido, continuará y esto conllevará que cada vez más personas tendrán la capacidad de producir energía desde sus viviendas y sus empresas. Podremos disponer de electricidad y “combustible” para nuestros vehículos eléctricos a precios cada vez más bajos. Cabe suponer un inmediato efecto: una enorme transferencia de riqueza hacia las PYMEs y las familias.
Las empresas a “escala humana” es decir las pequeñas y medianas empresas podrán disponer de recursos que antes, es decir ahora, les está totalmente vetados.
Por eso el proyecto que planteamos querrá ayudar a esta transformación en las zonas en las que lo implantemos. Uno de sus objetivos será la transformación de nuestra infraestructura eléctrica, con la generalización de fuentes renovables, sobre todo de la energía solar fotovoltaica instalada en los techos, hoy inutilizados, de los inmuebles.
Los recursos energéticos distribuidos cerca de los usuarios viabilizan un mercado de servicios eléctricos que satisfacen las necesidades locales. No es solo generar electricidad renovable, sino democratizar el sistema para lograr un empoderamiento de la población y generando un enorme caudal de oportunidades para la creación de riqueza y empleo.
Un sistema de potencia eléctrica basado en sistemas solares en techos, que sea de los usuarios es la mejor forma de sacar el máximo provecho de los recursos locales y las oportunidades innovadoras del mercado.
Pero hay dificultades para alcanzar este sueño: la inmensa mayoría de la población no es consciente de la revolución que se avecina en este terreno, algunos intereses empresariales todavía quieren frenarla o al menos retrasar en lo posible su implantación efectiva, es necesario hacer inversiones iniciales que pueden frenar este desarrollo, etc.
Pero aunque existan estas dificultades, este cambio energético y económico ya está llegando, y su crecimiento es imposible de parar por varios motivos:
1.- La emergencia de la catástrofe climática obliga a todos al cambio hacia un modelo de producción renovable.
2.- Los costes de esta tecnología siguen bajando, y no han tocado fondo.
3.- La propia dinámica del mercado conduce a que una fuente como la solar fotovoltaica por su propio carácter modular facilite a que muchas empresas ofrezcan la posibilidad de convertir en productor al consumidor.
4.- La población detectará progresivamente la conveniencia económica para sus intereses de la producción fotovoltaica en su propia vivienda o empresa.
5.- En el gran mercado internacional de la economía, en las bolsas y en el mundo financiero, las empresas petrolíferas y de producción de combustibles fósiles bajan su valorización e inician planes de para su reconversión renovable; los bancos de inversión y el mercado financiero invierten en empresas renovables y desinvierten en empresas de producción fósil, las cotizadas de renovables no para de crecer en el valor de sus acciones, etc.
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