En pocos países se deja que los ciudadanos toman decisiones sobre la orientación de sus impuestos. En España, desde hace algunos años, el contribuyente puede elegir entre la financiación de la Iglesia o de las ONGs, en un porcentaje muy pequeño de su Declaración del IRPF (0,7% ahora).
Entre la más absoluta democracia fiscal y la ausencia de esta, existen términos intermedios que podrían ayudar a ir definiendo las prioridades presupuestarios y ampliando el concepto de democracia.
El caso es que no parece mala idea que los ciudadanos tengamos cierta capacidad de decisión sobre el destino de nuestros impuestos. La democracia debe de ir mucho más allá de la elección de un determinado partido político, entregándole un cheque en blanco del que después el elector puede arrepentirse.
Si el sistema fiscal deja que podamos determinar a donde destinar un porcentaje de los fondos con los que contribuimos, estaremos ensanchando nuestro sistema democrático y ampliando nuestra capacidad ciudadana de participar en la gestión de nuestro sistema social y político.
Creemos que la gran mayoría de la población estaría contenta con esta posibilidad, de manera que se pueda decidir cuánto va destinado a gastos en educación, servicios sociales, armamento, seguridad, etc.
Imagen: Pulzo