
Las fuerzas de seguridad destacadas en la frontera de Melilla recibieron la semana pasada una afluencia masiva de migrantes de un nuevo tipo: ochenta jóvenes marroquíes de entre 17 y 20 años que treparon el muro perimetral que separa esta ciudad del territorio de Marruecos. La razón de este salto masivo es que estos jóvenes son reclutas del contingente marroquí y debían unirse, obligatoriamente, a las filas de la Fuerzas Armadas Reales durante este año por un periodo de 12 meses. De los ochenta jóvenes, catorce lograron conseguir entrar en la ciudad.
El Gobierno de Marruecos abolió el servicio militar obligatorio en 2006, pero tuvo que restaurarlo en 2018 ante la escasez de jóvenes voluntarios que quisieran servir en las filas del ejército de este país. Esta medida ha resultado ser bastante impopular entre los jóvenes de Marruecos, como así atestiguan casos como éste.
La razón principal de esta ola de deserciones hay que buscarla en que los jóvenes marroquíes no quieren ir a pelear a la Guerra del Sáhara, que se libra desde los años 70 entre el Reino de Marruecos y la República Árabe Saharaui Democrática y que ha sufrido un recrudecimiento en los últimos tiempos. En algunos casos, esto se debe al rechazo que genera la guerra, pero en otros casos se debe al miedo a ser resultar heridos en los bombardeos diarios del ejército de la RASD. También hay que buscar las razones en las malas condiciones de vida que sufren los soldados marroquíes, sobre todo los que están destacados en el muro que divide el Sáhara entre el territorio controlado por Marruecos y el controlado por la RASD.
El rechazo y el miedo son mayores debido a la falta de información, ya que las autoridades marroquíes imponen un silencio total sobre la marcha del conflicto bélico tanto a las familias de los soldados como a toda la prensa nacional e internacional.
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