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8 de junio de 2023

La principal tesis económica del pensamiento capitalista actual, el neoliberalismo, defiende una reducción del Estado a su mínima expresión. Detrás de esa tesis general llegan las secundarias, las que sirven de señuelo electoral, y por ello preñadas de  demagogia: “es necesario reducir el número de políticos y su coste”, “ las ayudas sociales están llenas de importantes bolsas de fraude” “los inmigrantes expolian el gasto público” “es imposible soportar los grandes costes del Estado de Bienestar” etc. Sin embargo, nunca se escuchó a ningún neoliberal clamar contra otros gastos del Erario público que son, en muchas ocasiones, más cuantiosos que los que ellos ponen en discusión. Nos referimos al inútil y abultado gasto en compra de armamento, los costes de rescatar a las empresas en crisis, especialmente las del sector bancario por ser las más cuantiosas; la puesta a disposición del dinero barato de la Reserva Federal o del Banco Central Europeo  para las políticas de flexibilización cuantitativa, las indemnizaciones por lucro cesante regaladas a las grandes empresas,  las subvenciones a los combustibles fósiles o a muchas grandes empresas,  las ayudas a la Iglesia, etc. 

Unas simples sumas y restas analizando los costes que critican frente a los gastos públicos que callan, nos demuestran que las tesis neoliberales no defienden realmente una disminución del Estado, sino una reducción de los gastos públicos que favorecen a las mayorías sociales. 

Muchos analistas y evidencias nos ponen de manifiesto el papel del Estado al servicio de las clases más poderosas, aunque también sea cierto que es un prestador de servicios del Bienestar y por ello representa de las pocas esperanzas para las mayorías sociales de mejorar sus condiciones de vida, a través de políticas redistributivas. El Estado es el mejor garante del mantenimiento del Status quo, sobre todo cuando es gobernado, como pasa en la mayoría de los países y en la mayoría de los años de los últimos siglos, por las élites económicas y sus representantes políticos. 

La conclusión es evidente: no podemos seguir pensando en la vigencia absoluta de ese esquema simple de la Derecha defensora del mercado y la Izquierda defensora del Estado.

Mercado y Estado son dos actores básicos en las sociedades modernas y contemporáneas y  que deben continuar siéndolo en una relación simbiótica en el que debe de imperar un equilibrio de fuerzas. Lo han sido, lo son y lo deben de seguir siendo. 

Sin embargo,  esto no desmiente  que uno de los rasgos identificativos de la lucha ideológica, especialmente a partir del triunfo de las tesis neoliberales implantadas a partir de Reagan y Thatcher en los años 80 del pasado siglo, se fundamenta en la la defensa de una disminución de los presupuestos públicos de protección social de esta corriente neoliberal, frente a una defensa del modelo del Estado de Bienestar de la izquierda, es decir los unos defendiendo al mercado, y los otros al Estado.

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