
Las abejas son una parte fundamental de nuestro ecosistema. Son polinizadoras y proporcionan alimentos de alta calidad como la miel y la jalea real. Durante milenios han sido parte de la biodiversidad de la que el ser humano depende en buena medida para su supervivencia. La apicultura es una actividad que supone una importante fuente de ingresos como medio de vida en muchas zonas rurales.
Otros animales como aves y roedores también polinizan, pero las más comunes son las abejas. Cuando recogen el polen de las flores y lo esparcen, ayudan a que las plantas, entre ellas muchos cultivos alimentarios, se reproduzcan. Es por ello que contribuyen de manera directa a la seguridad alimentaria del planeta. De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, de la producción mundial de alimentos, un tercio depende de estos polinizadores.
Por desgracia, los pesticidas y la contaminación del aire están perjudicando gravemente a las abejas y otras especies como mariposas o colibríes. En las últimas décadas, las poblaciones de abejas han disminuido a nivel global. Esto pone en peligro todas las variedades de plantas que son fundamentales para la subsistencia de la humanidad. Todos dependemos de los polinizadores y es necesario fortalecer las medidas que aseguren su protección.